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20 de noviembre de 2013

Mis límites.

En el último encuentro con mi Señor intenté probar mis límites del dolor.


Un día descubrí que era un poco masoquista y no solo por gustarme las películas pasteleras que echaban en la tele, esas que te hacen llorar desde el minuto uno hasta el último minuto, sino era porque me gustaba sentir sensaciones extremas. Una caricia suave, muy suave puede ser tan extrema que te erice el vello, al igual que un latigazo en las nalgas puede hacerte contener la respiración.

Me propuse aguantar todo lo que mi señor quisiera imponerme, tenemos consensuado hacerle saber cuando estoy llegando al límite y él bien sabe cuando ha de parar para no causarme más dolor del deseado. Pero esta vez decidí no ponerme límites, parecer a alguna de esas sumisas de las novelas que están tan de moda. La prueba fue dura, ese día mi amo me ató a una silla, me amordazó y empezó a torturarme los pezones, como yo no decía nada ni siquiera me lamentaba ni suplicaba su clemencia, que parase, siguió con la cera, me horroriza en extremo pero aguanté el temor y el dolor. Viendo mi Amo que no decía nada me desató y siguió azotándome las nalgas con la pala hasta llegar al punto en que su excitación y su sentido común le hicieron parar.

He aprendido de este encuentro mucho sobre mí misma y también sobre mi Amo, ahora sé que la compenetración entre ambos es total, dónde están los límites y cómo comportarse para hacerle disfrutar. Sé que dolor me gusta y me lleva al éxtasis del placer y cual me hace sentir incómoda y humillada. También he aprendido que esto solo debe hacerse si estás muy segura de ti misma y de tu amo, y que los libros solo son literatura.