Hoy era un día de relax, pero debido a las circunstancias no podíamos hacer grandes ruidos ni disponíamos de demasiado tiempo, así que mi Amo quiso darme una alegría (aunque pensaba más en sí mismo que en mí, pero eso no me lo dijo) y sabiendo que me encanta el bondage, las sensaciones de las cuerdas en mi piel, la velada fue dedicada a las cuerdas.
Tumbandome en la cama boca abajo, se dedicó a ir atándome despacio, primero fijando la base de su creación, pasando las cuerdas delicadamente por mi cuerpo, por mis pechos, mi espalda, después uniendo mis manos hacia atrás por encima de la nuca, y finalmente acabando en mis pies, casi como en la fotografía, esa fue mi posición.
Cuando ya me tenía a su merced empezó a acariciarme despacio y suavemente, con la yema de los dedos, después con la boca, besándome, a cada caricia a cada presión en mi cuerpo las sensaciones afloraba en mí, estaba en el cielo y no podía escapar. Sentí que su excitación iba en aumento, no podía moverme y él tenía el control, podía hacer que lo quisiese, así que sacó su fusta y empezó a utilizarla en mis nalgas acabando en la planta de mis pies, la fusta ultimamente es su juguete preferido y está cogiendo bastante práctica, y tan solo con un golpe certero consigue erizarme el vello y gemir. No sé el tiempo que pasó hasta que empezaron a dormirse mis manos y piernas y al darse cuenta mi Señor me fue desatando y aliviando mis extremidades. Allí acabó nuestro encuentro, pero ambos estábamos satisfechos, aunque después mi culo estaba rojo a causa de su fusta.
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