Relato para mi
Un día cualquiera, en una habitación cualquiera me encontraba
sola, sentada en la cama y pensando que lo que tendría que hacer ese día, pensé
y le di vueltas a mi agenda, un día demasiado aburrida: trabajo, comida de
trabajo, más trabajo y a casa otra vez, tarde como siempre a descansar. Abrí la
puerta del armario y sin casi ni mirar cogí el primer vestido que vi, para qué
pensar, era muy corto pero me daba igual. Me puse mis braguitas de encaje negro
y el sujetador a juego, empecé a ponerme mis medias negras con su liguero, no
quería que se me fueran cayendo las medias a media mañana.
Una vez vestida, me lavé, peiné y al mirar el reloj comprendí
que otra vez recibiría la bronca de mi jefe por llegar tarde, así que corriendo
bajé las escaleras y fui hacia el metro. El metro que llegaba en el mismo
instante que yo al andén, estaba abarrotado, hora punta, todos iban enlatados,
no me quedaba otra opción y entré en el vagón empujando a todos hasta que me
posicioné entre la multitud, aprisionada entre los cuerpos de las personas que
allí había.
Una parada y subió más gente, pensé en las sensaciones que se
tenían al encontrarse tantos cuerpos juntos. Entre pensamiento y pensamiento me
pareció notar algo en las piernas, debajo de la falda, presté atención pues
quizás se tratara de alguna maleta de algún viajero, pero no, sabía lo que era,
algo frío me rozaba las piernas, frío pero suave, ¡una mano!, alguien me estaba
tocando las piernas con su mano, ese tacto era inconfundible, fue subiendo poco
a poco, casi imperceptible, cada vez notaba más calor, en mí, pensé en girarme
y dar una bofetada a alguien, pero no pude, esa sensación me gustó. El
movimiento de la mano era mínimo, parecía que se había parado para ver mi
reacción, y mi pensamiento fue claro, quería que subiera más, que fuera
palpando mi piel hasta el límite de mis braguitas, que me acariciara suavemente
hasta llegar a mis partes más sensibles, me sorprendí imaginando un placer
intenso.
Siguiente parada, esta vez bajó más gente, quedó en el vagón
más espacio pero aquella mano no se desprendía de mí, me giré para ver quién
podía desear mi piel, y vi a aquel hombre mirándome fijamente, en sus ojos vi
deseo, seguro que los míos le
transmitieron lo mismo porque no se movió ni un milímetro en todo el trayecto,
al final quedaron pocos viajeros y creo que uno se percató de la escena y fijó
los ojos en mis piernas, en la mano, en los dos pero eso me hizo excitarme más,
un escalofrío recorrió desde mis piernas pasando por mi coño y subiendo por mis
pechos haciendo que los pezones se endurecieran. De repente en la última parada
al abrirse la puerta, la mano dejó de tocarme para cogerme la mía, y me vi
arrastrada por aquel hombre sin poder decir nada, al final del andén en una
esquina me empotró contra la pared, me golpeé la cara pero esto me hizo
excitarme más, no fue dolor lo que sentí, no fue nada, solo pensaba en que me
iban a poseer y ese pensamiento me gustaba.
Sentí las manos de aquel hombre en mi espalda que me
acariciaba todo el cuerpo, sentí su respiración pausada y profunda, podía
palpar su deseo en cada caricia, bordeó mi espalda para pasar a rodearme y
coger mis pechos que se escondían calientes bajo aquel vestido, un suspiro se me escapó y al oírlo se apretó
más a mi cuerpo, fuertemente con dureza y bajando sus manos poco a poco hasta
encontrar debajo del vestido mis bragas que ya se habían mojado del placer que
sentía. Estuvo jugueteando con ellas hasta que las apartó y encontró mi vulva,
al rozarla con sus dedos humedecí mis labios por el placer que sentí. Mientras
agarraba mi pecho con una mano con la otra se desabrochó el pantalón sacando su
miembro rápidamente, en unos instantes noté como su pene duro acertaba en mi
coño penetrándome fuertemente, un pequeño dolor me hizo lanzar un pequeño
grito, lo que no pareció molestar en nada a aquel hombre que con un movimiento
de vaivén se hundía en mí interior y volvía a salir produciéndome placer. De pronto paró sacó su pene de mi interior,
se abrochó el pantalón y me besó el cuello dulcemente. Se fue separando de mí
lentamente a la vez que me susurró un hasta pronto. Se fue alejando lentamente
hasta que desapareció de mi vista, mientras me quedé inmóvil sin poder
reaccionar, tras un par de minutos el primer viajero apareció en el andén y
rápidamente recompuse mi vestimenta como mejor pude, y en cuanto apareció el
vagón subí a él pensando que aquello había sido un sueño.
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