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20 de mayo de 2012

Un relato - Lady R.

Os dejo con un relato creado por mi maestro.

Lady R.

Lady R entró en su alcoba para acabar de prepararse, de su armario sacó un conjunto en látex rojo, lo extendió sobre la cama para abrillantarlo hasta que se pudo ver reflejada. Empezó ajustando las medias a sus piernas, tensándolas para adaptarlas perfectamente a sus curvas, como una segunda piel.

En la sala de al lado, desnudo, lo esperaba su esclavo, rodillas en el suelo, tan sólo un collar en el cuello,  símbolo de la pertenencia a su ama, adornaba la piel de este.

Lady R empezó a colocarse el liguero que se ceñía a su cintura desde encima del ombligo hasta la altura del pubis, justo para dejar intuirlo sin que se viese, la parte de atrás dejaba la parte baja de las de las nalgas a la vista, con cuidado abrochó los enganches del liguero a las medias, tres en cada lado, uno delante, otro al lado y otro detrás. Un sujetador, también rojo, con tirantes que dejaban sus pezones al descubierto por unos agujeros, completaba el conjunto. Y, para terminar, se enfundó unos largos guantes, ahora toda ella ceñida por el látex rojo y brillante buscó su látigo.

Al salir de la alcoba se encontró con la mirada satisfecha del esclavo.

-¿Qué estas mirando así esclavo insolente? -dijo plantándose delante de este y propinándole un bofetón.

-Un esclavito humilde como tú ha de mantener baja la mirada ante su dueña y no quedarse babeando contemplándola.

Otro bofetón siguió a esta orden.

-Y contesta: Sí, mi dueña, cada vez que te hablo.

Abofetear a su esclavo al principio de cada sesión es algo que le hace hervir la sangre a Lady R, y no digamos a su siervo.

Poco a poco se va sintiendo invadida por una fuerte excitación que viene de muy dentro, una mezcla de poder, miedo rabia y deseo se unen en el instante antes de soltar la mano y un escalofrío y una sensación de placer en el momento de golpear la piel del sumiso. Después la certeza del poder y la posesión: ¡Es mi esclavo! ¡Es  mío! ¡Puedo hacer con él lo que quiera!

Ver a su esclavo bajo su poder la pone loca y siente deseos de clavarle las uñas en las nalgas, en los pezones, de morderle los labios y el cuello, de cogerle el pene y estirárselo, de retorcer sus huevos...

Poco pensaba ella en estas cosas unos meses atrás cuando conoció al que más tarde había de convertirse en su esclavo. Nunca antes se hubiera imaginado entregándose a esta clase de juegos. Él fue quien le abrió los ojos a un mundo de nuevas emociones. Practicaron actividades morbosas y húmedas. Una oleada de sensaciones hasta entonces desconocidas la invadieron y turbaron sus fantasías, sus sueños y deseos más recónditos.

-A mis pies perrito - ordenó - adora a tu dueña y señora.

El  esclavo obedeció agachándose hasta tocar con su cabeza el suelo, el látigo de Lady R acariciaba la espalda del sumiso. Más tarde o más temprano el látigo acabaría restallando contra sus nalgas, al principio suavemente, flojito y cada vez más fuerte hasta que le hará chillar de dolor, entonces Lady R siente una gran excitación que la hace gemir de placer.

Prepararse para asestar cada golpe acelera su pulso y su respiración. Soltar el látigo, bien dirigido y dar en el blanco, oír el gemido a continuación hace que un escalofrío recorra su espalda.

-Estas bajo mi poder y vas a ser castigado como te mereces, gusano.

Y los azotes empiezan a caer, primero sobre las nalgas, siguiendo un ritmo, pero cada vez más fuerte, luego en la espalda, en los pies. Cuanto más fuerte pega mas se excita Lady R, hasta que suspira de placer, entonces es cuando extrañamente y a pesar del dolor, más disfruta el sumiso. Quizás porque sabe cual será al final su recompensa.

Ver a un hombre sometido a sus pies después de haber sido azotado debidamente ha calentado la sangre y algo más a Lady R.

-Complace a tu dueña -le dijo agarrando la cabeza a su esclavo y acercándosela a sus pezones que asomaban erectos por las aberturas del sujetador.

-Chúpamelos como sabes.

Tomando entre sus manos los senos ceñidos en látex rojo acerca los pezones a la boca y los humedece con la lengua. Al ver como el esclavo se aplica en cuerpo y alma a la labor Lady R no tarda en sentirse mojada.

-Ahora de rodillas cabrón, vas a lamerme el coño.

Mientras es complacida rápidamente flagela el culo y la espalda de su servidor para que este ponga más interés.

-Así cabrón, chupa, lámeme.

Lentamente Lady R se gira.

-Ahora mi culo, te ordeno que me lo comas, lámelo.

Es obedecida al instante sin ningún signo de protesta, balanceando el látigo acaricia con los flagelos de este los cojones del sumiso que sentado en el suelo lame con devoción el ojete de su dueña.

-Hunde tu lengua en el culo de tu dueña, marrano, esclavo comeculos.

En la punta del pene del sumiso brilla una gota fruto de la excitación. Lady R la recoge delicadamente con la punta de la lengua y un hilillo transparente une pene y labios.

-Estas muy cachondo ¿Verdad esclavo de mierda? ¿Quien te ha dado permiso para excitarte?

Lady R le ata una cuerda alrededor de los testículos y arrastrándolo así lo conduce a su alcoba donde será violado. Pero esta ya es otra historia.
 

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